Falta preparación en los docentes para enfrentar déficit atencional

La mayor parte de las denuncias por discriminación recibidas por la Superintendencia de Educación involucran a niños que son diagnosticados con este trastorno. 

El 51% de las denuncias recibidas por la Superintendencia de Educación afecta a alumnos y alumnas con Síndrome de Déficit Atencional y entre las prácticas más denunciadas figura el trato agresivo de adulto a alumno, cancelación de matrícula y expulsión de clases.

Los indicadores apuntan a una falta de entrenamiento por parte de quienes imparten la educación para lidiar con un niño que posee un trastorno de este tipo, lo que a juicio del sicólogo clínico especialista en sicoanálisis, Pedro Sanzana, debe ser corregido. «Se hace necesario que los profesores se puedan formar para abordar en forma efectiva el presente déficit», manifestó el especialista. 

La neuropsiquiatra infanto juvenil, Amanda Céspedes, describe que los apoderados denuncian que sus hijos son denigrados con calificativos que hacen alusión a supuestas carencias intelectuales, como «tonto», «tarado» o «imbécil», o a ciertas características por apariencia física, relacionadas con la estatura, peso, tipo de pelo o color de piel.

En sus relatos, los denunciantes hacen ver que estas prácticas han provocado una serie de efectos negativos en sus hijos o hijas, como bajo rendimiento académico, cambio de curso, repitencia, desmotivación, depresión, ansiedad, ingesta de fármacos, autoestima deteriorada y ausencia de clases por uso de licencias médicas.

«Un niño discriminado es un niño que está disminuido en su capacidad de aprender; un niño que está menos capacitado para poder participar del proceso educativo y eso afecta su derecho real a educarse en nuestro país», señaló el superintendente de Educación, Alexis Ramírez.

Céspedes explica que el niño para poder aprender «necesita primero lo que se denomina un sentido de pertenencia, es decir, desarrollar una identidad escolar, e indudablemente cuando la situación es adversa, cuando hay vulneración de derechos, no se produce este sentido de pertenencia y eso inmediatamente afecta de manera importante la capacidad de aprender, se cierra la capacidad de aprender».

La consecuencia de un mal trabajo en el aula a este respecto es grave. «Genera una incertidumbre e incomprensión en el mundo adulto», observa Sanzana.

Agrega que muchas veces «se estigmatiza al joven, categorizándolo como niño problema», mientras que se «sigue imponiendo un modelo educativo que busca producir niños en serie con un modelo único de estudio, con horarios, rutinas extensas (igual o más agobiantes que el mundo adulto) y muchas veces más estresante, sin dar mucha cabida a miradas y formas de aprendizaje distintos».

Muchas veces, a juicio del especialista, es el adulto el que al no tener las respuestas para afrontar el diagnóstico deposita en el menor la culpa de su bajo rendimiento, exigiendo, tanto profesionales como padres, que se adapte de una forma inadecuada, pudiendo provocar un daño significativo en su salud mental, disminuyendo sus potencialidades y logros. 

«Trabajar con niños que presentan déficit atencional es un gran desafío docente, pero sobre todo para la escuela», agrega Francisca Camus, Psicopedagoga del Centro de Liderazgo Educativo de Educación 2020, y explica que para que el aprendizaje de cada estudiante sea efectivo, se requieren acciones de toda la comunidad educativa.

En un reportaje elaborado para Educación 2020 la especialista detalla que, en primer lugar, el equipo directivo debe pesquisar si en la escuela hay estudiantes con dificultades de aprendizaje y, luego, liderar reflexiones para acordar cómo se abordarán esos casos a nivel de aula y de comunidad, lo que debe quedar formalizado en las herramientas institucionales correspondientes, como en el reglamento de evaluación, el que debe establecer medidas como la evaluación diferenciada o adaptación curricular, y en qué casos.

Un aspecto fundamental, explica Camus, es que el equipo directivo entregue apoyo a docentes, con acciones concretas, como otorgarle horas de trabajo con especialistas (PIE o psicopedagogo) para definir estrategias, facilitar capacitaciones y material didáctico, entre otras. Otro punto clave es involucrar a padres, madres y apoderados en el proceso, manteniendo comunicación constante para buscar formas de apoyo conjunto.

De todos modos, asegura Sanzana, ante la sospecha en el Aula se sugiere derivar a Psicólogo para realizar un diagnóstico en profundidad, en este contexto las fuentes de información principal con: registro conductual de su comportamiento en el aula y contexto familiar si es necesario, entrevista a padres, profesores y/o referente que pueda entregar una información con más detalle del fenómeno. A su vez de aplican test que ayudan a confirmar la impresión clínica del profesional.

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