El beneficio de la música, el deporte y las lenguas en el aprendizaje

La música, el ejercicio físico y aprender una segunda lengua, favorecen la neuroplasticidad; es decir, la capacidad del cerebro de cambiarse a sí mismo como consecuencia de la experiencia o del aprendizaje. Se trata de herramientas que debiesen ser parte de la enseñanza, para ir más allá del currículo tradicional.

Por: Marcela Muñoz

Ya no queda duda. Recientes estudios en revistas científicas internacionales revelaron la importancia de realizar deporte, practicar un instrumento musical y hasta manejar o aprender una segunda lengua para mejorar las conexiones neuronales, la atención y, en definitiva, el aprendizaje. 

Uno a uno, se ha develado la importancia de reforzar este tipo de aprendizajes, a diferencia de lo que muestra el actual currículo tradicional de los establecimientos del país. Solo por dar un ejemplo: al mismo tiempo que se conocen los efectos positivos del deporte en el aprendizaje, comparamos las cifras. En Chile, desde quinto básico a cuarto medio, los colegios deben realizar dos horas pedagógicas, de 45 minutos cada una, de Educación Física a la semana. En contraste, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que entre los 5 y los 17 años, los niños tengan una hora de actividad física al día, no solo para prevenir la obesidad y enfermedades asociadas, sino que para mejorar el aprendizaje y la memoria. 

De todo aquello es un convencido el médico y especialista en Neurociencia de la Universidad de Chile, Sergio Mora: “En términos generales, la música, el ejercicio físico y el aprendizaje de una segunda lengua, favorecen la neuroplasticidad; es decir, la capacidad del cerebro de cambiarse a sí mismo como consecuencia de la experiencia o el aprendizaje”. 

Sucede que estos cambios se evidencian por un mayor desarrollo y mejor funcionamiento de las estructuras cerebrales encargadas de su ejecución, al formarse nuevas conexiones neuronales y fortalecerse las ya existentes.  “Más aún, la práctica periódica de estas habilidades no solo mejora sus rendimientos específicos, sino que también favorece el desempeño cognitivo en otros tipos de aprendizaje, al permitir focalizar mejor la atención, aumentando  la concentración y la motivación, lo que mejora el rendimiento cognitivo general.  Está demostrado que, mientras más temprano se comience la práctica de un deporte, la ejecución de un instrumento musical o el aprendizaje de una segunda lengua en los niños, mayores serán los beneficios para sus cerebros y sus rendimientos académicos”, explica el médico. 

Explica el profesor de la Universidad Católica de Chile, David Preiss que  “la música y el arte nos permiten desarrollar nuestra sensibilidad estética y expandir  la  subjetividad hacia mundos nuevos, propios de los medios simbólicos de estas disciplinas. En definitiva: enriquecer nuestro pensamiento crítico”.  

De hecho, señala la neuróloga de la Universidad de Chile,  Andrea Slachevsky, las funciones ejecutivas o la capacidad de control cognitivo son fundamentales para el desempeño académico y el logro de objetivos.  “Estudios en niños han mostrado una relación entre la intensidad de la actividad aeróbica y los rendimientos en funciones ejecutivas y matemáticas”, afirma. 

La música: mucho más que una nota…

Reconocidos estudios demuestran cómo la música favorece las funciones cognitivas del cerebro, en gran medida por la capacidad que tiene de movilizar las emociones. “Para muchos, proporciona placer y felicidad, bienestar, compañía y facilita la evocación de recuerdos. Pero también favorece la cognición, la creatividad, la atención y la concentración. En suma, es una fuerza que potencia habilidades necesarias para el aprendizaje y el desarrollo integral de la persona”, explica el doctor Mora.  

En todo caso, advierte el especialista, “habría que distinguir, eso sí, los efectos de la simple exposición pasiva a un tipo determinado de música, como sucede con la mayoría de la gente, y los efectos que se evidencian en niños o adultos, que tienen educación musical, ya sea en la interpretación de un instrumento, en el canto o en la apreciación musical. Hay trabajos que revelan que escuchar el tipo apropiado de música favorece los estados de aprendizaje, aumenta la atención y la motivación y mejora la memoria. Por otra parte, otros trabajos indican que el entrenamiento en la ejecución de un instrumento musical mejora el rendimiento en otras disciplinas, como la lectura y la matemática”.  

Para la doctora Andrea Slachevsky, “las investigaciones señalan que aprender música tendría un efecto benéfico que se extendería más allá de las capacidades perceptivas e incluso a funciones no auditivas, como el control inhibitorio (IC) y sus correlatos neuronales.  Otros estudios han mostrado que el entrenamiento musical mejora la flexibilidad cognitiva, o sea la capacidad de cambiar de una tarea a otra”. 

Al igual como sucede con la música, explica la doctora Slachevsky, uno de los principales avances ha sido entender el efecto benéfico de la actividad física y del entrenamiento musical al impactar las funciones ejecutivas y, de paso, mejorar el logro académico de los alumnos.  “Las funciones ejecutivas son las capacidades cognitivas que permiten planificar la conducta y poseer el control cognitivo, que están directamente relacionadas con el éxito académico”.  

A nivel cerebral, advierte Lucrecia Prat, investigadora de la Asociación Educar en Argentina, “la música activa todas las estructuras cerebrales, crea estados, nos ayuda a energizarnos o relajarnos (según sea la música que escuchemos) y libera endorfinas que nos hacen sentir bien, o menos ansiosos antes de una evaluación, por ejemplo”. 

Lo mismo ocurre con el arte, explica la investigadora trasandina:  «Si empezamos una clase desde una pintura, una melodía, una escultura, vamos a lograr disparar la imaginación y las conexiones que ese hecho artístico despierta. Encender nuestro hemisferio derecho —que es el más creativo y holístico, y el que aprende imaginando y relacionando— es una buena idea siempre. Un cerebro ‘encendido’ es lo que queremos en el aula: el arte, la música y el movimiento logran eso”. 

De hecho, si bien escuchar  la música adecuada favorece la atención y la concentración, provoca placer y alivia el estrés, los niños que aprenden y practican la ejecución de un instrumento obtienen los mayores beneficios. “Estudios realizados en Estados Unidos han demostrado que la educación musical mejora los rendimientos en los exámenes de ingreso a la universidad. En general, los estudiantes que siguen música obtienen calificaciones superiores, por ejemplo en lenguaje y matemática, que los que no lo hacen. Todos estos hallazgos reflejan una fuerte correlación entre entrenamiento musical y éxito académico. Esto, sin considerar el hecho que interpretar un instrumento aumenta la autoestima y la participación en las actividades del colegio. En consecuencia, la enseñanza de la música está lejos de ser una pérdida de tiempo y, por el contrario, debería estar disponible para todos los estudiantes en todos los colegios”, explica Sergio Mora. 

En todo caso, la doctora Slachevsky advierte que todavía faltan estudios en terreno: es decir, saber qué pasa realmente en la sala de clases. “Las investigaciones citadas por lo general se realizan comparando grupos pequeños y falta evaluar realmente qué sucede cuando  intervienen múltiples variables implicadas en el aula”. 

Los beneficios de seguir corriendo

Además de la música, recientes investigaciones realizadas en nuestro país por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, revelaron un significativo aumento de la capacidad cognitiva inducido por el ejercicio. Eso  sí, debemos mencionar que las normas del Ministerio de Educación (Mineduc) establecen que, desde quinto básico a cuarto medio, los colegios deben realizar dos horas pedagógicas, de 45 minutos cada una, de Educación Física a la semana. En contraste, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que entre los 5 y los 17 años, los niños tengan una hora de actividad física al día, no solo para prevenir la obesidad y enfermedades asociadas, sino también para mejorar el aprendizaje y la memoria.  

“De acuerdo con los investigadores del INTA, es indudable que, para mejorar el rendimiento académico de nuestros estudiantes, no basta aumentar las horas de matemática o lenguaje, sino que hay que mejorar la función cognitiva y la mejor manera es con ejercicio físico varias horas a la semana”, advierte Sergio Mora. ¿Por qué? El ejercicio físico, representado no solo por el deporte, sino también por otras actividades como la gimnasia aeróbica o la danza, poseen innegables efectos sobre todo en nuestro organismo, incluyendo el cerebro. “El ejercicio favorece el funcionamiento del sistema cardiovascular, aumenta la frecuencia cardiaca y la irrigación sanguínea no solo de los músculos, sino también del cerebro, aumentando el aporte de oxígeno y glucosa, elementos fundamentales para el funcionamiento cerebral”. Variados estudios realizados en animales y seres humanos sugieren que la actividad física facilita la neuroplasticidad de ciertas estructuras del cerebro y las funciones cognitivas. Las investigaciones en animales, por su parte, han identificado aumento de la neurogénesis, es decir mayor formación y sobrevivencia de nuevas neuronas,  y la liberación de factores químicos estimulantes del crecimiento neuronal, las neurotrofinas, como mecanismos que mediarían los efectos cognitivos beneficiosos del ejercicio físico. 

Asimismo, algunos resultados sugieren que el ejercicio físico puede gatillar procesos que facilitan la neuroplasticidad y, en consecuencia, aumentar la capacidad del individuo para responder a las nuevas demandas con adaptaciones conductuales, es decir mejora la capacidad de aprendizaje.  

Los beneficios de una segunda lengua

Pero no solo la música y el deporte: estudios revelaron que aprender y usar un segundo idioma también estimula la neuroplasticidad; es decir, modifica en forma positiva la estructura del cerebro.

Según el investigador español Joaquín Fuster, con un segundo idioma mejoran todas las funciones cognitivas; la atención, la percepción, la memoria, la inteligencia, además del lenguaje. Asimismo, para un bilingüe, el cambiar de un idioma a otro es una forma de ejercicio que le permite al cerebro manejar situaciones de multitarea o trabajar con varios proyectos al mismo tiempo. “Sucede que, al ponerse en marcha gran parte de la maquinaria cerebral, se producen, indirectamente, efectos muy positivos en áreas del cerebro diferentes a las relacionadas directamente con el lenguaje. Los niños bilingües destacan por tener una mayor capacidad de seleccionar las respuestas, una mayor habilidad para llevar a cabo tareas simultáneas, gracias a que consiguen evitar interferencias y controlar el propio comportamiento”, dice el doctor Sergio Mora. 

Se demostró que las personas que hablan dos o más idiomas tienen mayor facilidad para focalizar su atención en aquello que consideran más relevante. Bastaría con aprender un idioma diferente al materno para que se produzcan mejorías en la calidad de la atención para problemas complejos.  

Es un hecho que la práctica del bilingüismo desde edades tempranas modifica la estructura de la materia blanca del cerebro, la cual conserva su integridad en la vida adulta.  

En edades escolares, los alumnos bilingües tienen más capacidad que los monolingües para concentrar su atención en estímulos relevantes e ignorar los irrelevantes. Esta capacidad de fijar la atención, que es independiente de la inteligencia, se mantiene hasta la vida adulta.   

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